Además de las gestiones realizadas, Agenda 21, es la organización que realiza el monitoreo y seguimiento del desempeño de Klaudia Bencze, la voluntaria húngara que, finalizando su labor anual, comparte con nosotros aquí sus impresiones sobre su experiencia. Hemos decidido respetar el texto, sin alteración alguna:
Antes de haber aterrisado en Argentina, no sabía más de este país, que hubó mucha imigración europea, tango y Diego Maradona. También admito mi ignorancia, que pensaba que Che es el nombre de Ernesto Guevara. Quizás me pudiera haber preparado mejor para venir y vivir por un año tan lejos de mi país pero la verdad, que no me quería estresar, ya era suficiente exitante y estresante la distancia que iba a viajar por la primera vez en mi vida, así pase lo que pase, ya tenía mis pasajes.
Pues hay solo una cosa en la que me preparo antes no me sorprende tanto al intentar a comunicarme :el accento argentino.Nunca voy a olvidar el tipo argentino en en asiento al lado mio en el avión desde Londres a Buenos Aires. No lo creía que hablaba español.
A pesar de este primer choque, mi estado en Argentina ha sido y (es todavía) una sequencia de sorpresas positivas sobre un mundo que por la primera vista parece muy similar a lo del mio, pero no lo es, sobre la gente, que parece tener la misma cara, pero no la tiene, y sobre mi misma que parezco a seguír siendo como era antes de venir a vivir a Argentina, pero no lo soy.
Vení gracias a un programa de voluntariado que se llama Servicio Voluntario Europeo, que te facilita como integrante de un ONG de tu país europeo a ir y trabajar en una otro ONG de otro país europeo o del otro parte del mundo. No solo por querer a ir a viajar decidí a solicitarme a este programa, me fascinaba la idea de poder trabajar con responsabilidad y vivir una vida cotidiana de ¨otros”. En el Instituto de Género Derecho y Desarrollo donde me recibieron aca en Rosario creo que me enfrenté con toda esta normalidad y rutina de las cosas que me interesaba. Llegar sin hablar la idioma y sin conocer el país te hace criarte de nuevo: aprendís a hablar, comportarte, organizarte, relacionarte con los otros y mas que nada pensar a la manera argentina. En Hungría se dice “Cuantas idiomas hablás, tantas personas sos”. Ahora llengando al fin de mi aventura lo puedo decir que mi personaje argentina, o una mezcla rara de argentina-húngara se ha desarrollado.
Sin embargo no pasó todo eso en seguida. Las primeras tres meses con mucho canzancio por hacer el esfuerzo de entender y hacerme entender me mandó a dormir cada día muy temprano. Con preocupaciones nuevas por sentir el valor de la moneda local y de poder pensar en un presupuesto fijo anual que tiene que ser presentado por informes oficiales despues me puso como “Gerente General Uniresponsable” de mi vida. Más tarde cuando ya manejaba bien la idioma vino el tema de acercarme mas a la gente, entender y muchas veces enfrentarme con la manera distinta de los costumbres que no era siempre sin conflictos. Pero al final todo se resolvió cuando me abrí la mente para darse cuenta que estas diferencias son por las que vení tan lejos para descubrirlas.
En realidad las diferencias eran muchas mas veces buenas o interesantes. El increiblemente fuerte costumbre del mate que si toda la población de Argentina se sentará en un patio en una tarde de verano, entonces 40 milliones de personas tomaran del mismo vaso con la misma bombilla. El interés en el otro incorporado tanto en las relaciones formales como en las informales hace los argentinos un gran amigo para los extranjeros. Nunca me había llamado antes por nombre el vendedor en la librería en la panadería o el proveedor en el banco.La solidaridad y la motivación de participar plenamente y mejorar el contexto en lo que vive la gente sería una actitud valiosa para llevar conmigo cuando regreso. Ir a la clase en la facultad acá para mi es como salir:con interés, ganas y expectaciones.
En fin yo voy a extrañar mucho a mi amigo Argentina. Poder vivir en un país por tanto tiempo sin seriosamente cuestionar alguna vez la decisión de venir aquí, sin sentirme alguna vez como la “rara extranjera” es una experiencia incomparable que me dio mucho ánimo a seguir descubriendo y aprendiendo otros países -incluso el mio- y otra gente, sea amigable o no.
Klaudia Bencze
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